Y otra excursión, esta vez a Huangshan, la Montaña Amarilla. Nos fuimos un grupito de ocho personas de lo más internacional, España, México, Bélgica, Finlandia y China. Primero viernes noche “durmiendo” en el tren durante un trayecto de 11 horas que no sé por qué a la vuelta se convirtieron en 13; digo “durmiendo” porque en una cama que era más estrecha que lo que vaya a ser mi ataúd, no pude dormir ni tres horas. En cualquier caso eso ya lo sabíamos, como también que luego teníamos que coger un autobús hasta la montaña, que resultó que al final fueron dos, que evidentemente hubo que pagar, como también hubo que pagar 20€ para entrar a la montaña, realmente se trata de una cordillera, y 6,5€ por subir en el teleférico, en el cual nos torturaron e hicieron que nos crispáramos un poco haciéndonos pasar hambre en una cola en la que nos retuvieron durante tres horas. Recordarme que nunca más deje que un chino organice algo, porque esa fue la siguiente, fuimos al hotel Huangshan Shilin de cuatro estrellas, que se encargó de reservar una china, y voy a poner un punto y aparte para dedicarle un párrafo y poder cagarme a gusto.
Vaya mieeeerda, 20€ por barba en una habitación de ocho de 16m2, que sí que el vestíbulo era muy grande, había un piano y los precios del restaurante y las habitaciones iban acorde a las estrellas, pero la habitación… las literas se las habían hecho ellos después de verse un capítulo de bricomanía, el baño de metro y medio cuadrado no tenía ducha por lo que la manguera salía del grifo lo cual podía resultar incluso práctico porque podías solapar tiempos y ducharte a la vez que haces tus necesidades en el water. Al principio la reserva era de nueve por lo que habían puesto una cama extra en el medio que hacía que casi no cupiéramos todos de pie, cama que gracias a Dios no tuvo que usar nadie porque era plegable con somier hecho a base de dos tablones con inclinación hacia los extremos que hacían que en el medio se juntaran en pico hacia arriba. Cuando nos quejamos de los lujos del hotel de cuatro estrellas nos argumentaron que tenían la designación de cuatro estrellas para la suite y las habitaciones que no eran de clase económica como la nuestra; por lo menos de ahí conseguimos unas toallas, aunque de mano, y unos rollos de papel de culo que ni teníamos.
Lo que viene a ser la montaña muy bonita, pero si tienes la suerte de verla, porque eso parece una fábrica de nubes y lo más habitual cuando te asomas por un acantilado es ver un blanco puro que hace que te creas que estás en el cielo. Si en algún momento se despejaba por unos segundos podías oír a los chinos emocionados gritando. Lo otro que tiene es un montón de escalones, que si nos pareció mucho Nanjing, eso fue tontería, aquí subimos y bajamos no menos de 3000. Por la mañana nos levantamos a las 4:30 para ver el amanecer, y vimos lo que ya estaba escrito, un montón de niebla. Después de volver a dormir un rato más nos dedicamos a empezar el regreso con un tiempo un tanto adverso a base de lluvia y viento que hizo que sacáramos nuestro armamento ligero que consistía en unos chubasqueros de plástico de 25 céntimos que nos hacía aparentar una especie de equipo de descontaminación biológica. De algo sirvió, aunque no de mucho, porque calados acabamos igual.
Conclusión, a no ser que tu gimnasio sea más caro y te salga rentable gastarte 100€ para hacer ejercicio a lo tonto, no recomendaría ir y en cualquier caso no vayáis al citado hotel o si vais que sea con un bidón de gasolina para prenderle fuego de mi parte. No digo que las montañas no estén bien, son muy chinas y muy bonitas, pero la verdad es que no compensa, mejor miras por Internet las cuatro fotos que hay que ver de ellas, que son sólo cuatro porque es todo igual, y te ahorras el dinero, el esfuerzo y los abusos.
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