Actualicemos de una vez el hueco de Nepal. (Esto lo empecé a escribir el 16 de noviembre).
Después de cruzar la frontera fuimos, Delia y yo [¿ya estás tranquila?], hasta Kathmandú, disfrutando ya del escenario tan verde, montañoso y simplemente hermoso que se observaba desde el incómodo autobús. Kathmandú está plagado de estupas y "murti", pequeñas representaciones de Dios, que te puedes encontrar en cualquier rincón llenos de tika, arroz y flores, ante el cual a veces la gente se para un segundo una plegaria rápida y continúan. Visitamos la ciudad haciendo un recorrido muy acertado de la Lonely Planet y nos empapamos por primera vez de la cultura nepalesa. Vimos a gente bañándose en una fuente al lado de la famosa plaza Durbar y nos llamó mucho la atención, inconsciente de que yo acabaría haciendo lo mismo. Desayunábamos en una azotea huevos, tostadas, patatas, plátano frito y té por un euro como reyes, aunque ahora sé que aún podría haber sido más barato, pero zona turística, ya se sabe. Para reyes, cuando fuimos a un hotel de lujazo, edificio histórico impresionante y barbacoa y buffet libre alrededor de la piscina por 8 eurazos, que aquí eso es una barbaridad.
No hay mucho más que contar de la capital, las aventuras y cosas interesantes están fuera, como por ejemplo la selva del parque nacional de Chitwan, nuestro siguiente destino. Dos noches alojados en un pequeño hotel sólo para nosotros de colegueo con los dueños jugando a las cartas, bailando y bebiendo, buen rollito. Las actividades que se hacen ahí son estándar, todo el mundo hace lo mismo, pero está muy bien, espectáculo de baile tradicional, muy para guiris evidentemente y no tiene demasiada gracia, paseo tranquilo en canoa por el río que limita la selva y que con suerte puedes ver algún cocodrilo, después a andar por la selva, no es en plan muy salvaje, te encuentras con monos y rara vez con algún elefante salvaje, rinoceronte y muy excepcionalmente con un tigre, en caso de encontrarte con alguno de estos tres últimos, ¡corre!, paseo en elefante por la selva, esto sí que está bien, el elefante es cachondísimo y nosotros tuvimos la suerte de que uno estaba un poco rebotado, era un poco chulo y la montó un poco, no veas el bicho arrancando arbolillos de cuajo y lanzándolos como si de hierbajos se tratara y metía unos trompetazos en do menor que asustaban incitando al nuestro a que se uniera a la resistencia en contra de la opresión, aparte aquí si que ves rinocerontes y algún que otro bicho más, pero lo mejor de lo mejor es bañarte con los elefantes, te lanzan agua en plan dibujos animados con la trompa, se sumergen contigo montado encima o también, como me pasó a mí, se te caga el elefante de al lado y acabas bañándote entre truños del tamaño de tu cabeza mientras que el gracioso de tu elefante decide sumergirse por si quieres saborearlos. Recomendable.
Seguidamente fuimos a la segunda ciudad del país, Pokhara, concretamente al gueto turístico de Lakeside que tiene más parecido a un plató de cine que a Nepal, porque es tan distinto al resto del país, tan artificial completamente preparado para la comodidad de los occidentales que uno se siente como en territorio internacional, casi deberían de sellarte el pasaporte al ir allí. Por ejemplo, en Nepal no se come carne de vaca, pero allí sí que te puedes tomar un filete, aunque no lo recomiendo, porque no es como uno se lo espera, porque la carne la importan marinada, y la forma de prepararla por lo tanto no tiene nada que ver. Para hacerse una idea de como es hay que poner un restaurante occidental, una tienda de equipo de montaña, otra de souvenirs, un ciber-agencia de excursiones y repetirlo a largo de toda la calle. Visitamos varias cuevas que hay por los alrededores, y no están mal, resulta entretenido dártelas de explorador con la linterna en la mano tratando se salir por el camino difícil por el que apenas se cabe. Lo agradable en cualquier caso es estar ahí, en la montaña, con picos de 7000m que puedes ver desde la ciudad, con un bonito lago rodeado de verde por doquier y en un ambiente tranquilo, relajado tan diferente a nuestras ciudades. Nos dio por la vida sana y encontrar nuestra paz interior y nos fuimos a pata hasta la Pagoda de la Paz Mundial, consejo, no está mal hacer la excursión, pero hay que echarle un poco de ganas, porque según el camino que elijas queda un poco a tomar culo y cuesta arriba que aburre tanta caminata, así que elegir el camino corto por lo menos para subir y para bajar ya si eso os perdéis por el monte. Además lo de las sanguijuelas por el bosque es algo muy común, a mí me mordieron un par, pero ni se notan, sólo te llevas una sorpresa cuando te ves todo el pie lleno de sangre sin haberte enterado de nada. La pagoda en sí nada del otro mundo, pero buen rollito, ¿eh?, que es la Pagoda de la Paz Mundial; lo que sí está bastante bien es observar un poquito las vistas con el lago, la ciudad, las montañas... Pokhara es muy popular por ser el punto de partida del trekking de la vuelta a los Annapurnas, unas montañas que en la realidad son más visitadas que el mismo Everest. No lo hicimos, pero todo el mundo queda muy satisfecho y lo recomienda, después de conocer como es Nepal me puedo imaginar perfectamente como debe de ser y quizás algún día yo mismo lo haga también, ¿alguien se apunta?
Otro punto divertido del viaje fue irnos a hacer rafting en el Kali Gandaki. ¿Recomendable? Por supuesto, no sólo por hacer rafting, que darle al remo no es tan divertido, por lo menos para mí, pero estar tres días viviendo en un río, siendo autónomos, con la gente, montando el campamento... es genial. El río en cuestión es bastante movidito y cuenta con bastantes rápidos, de hecho llegamos a volcar, lo que fue lo más emocionante de todo, todo el mundo en medio de las aguas agitadas, los kayaks al rescate, rocas alrededor... mucha adrenalina. Alguna se acojonó un poco y cuando salimos a todos nos temblaban las piernas, del susto y de lo fresca que estaba el agua. Como digo, lo del campamento es de lo mejor, parece increíble disfrutar de tantas comodidades estando aislado, pero así es, teníamos un desayuno completísimo con huevos, patatas, incluso creppes, potabilizábamos el agua y montábamos un váter, de hecho comimos mucho mejor que hasta entonces. Por descontado que dormir en una playa a orillas de un río no puede ser más agradable.
Ya por último, antes de despedirme de Delia y empezar a vivir solo esta aventura, visitamos Lumbini, centro de peregrinación budista por excelencia, ya que fue aquí donde se considera que nació Buda, aunque recientemente parece que han descubierto que fue un poco más lejos. El pueblo en sí no es más que una calle y no tiene más gracia que las casas de cañas y barro del final, que también se pueden encontrar en otros sitios de Nepal. Junto al pueblo hay un parque bastante grande donde se encuentran todas las pagodas de distintos países, pero no resulta muy interesante a no ser que veneres a Buda, que no es mi caso, porque los templos no son históricos ni impresionantes, de hecho algunos aún están en construcción, y el parque en sí no es especialmente bonito. Como estábamos de buen rollito fuimos a otra Pagoda de la Paz Mundial que también hay aquí, está un poco lejos, pero por lo menos no es cuesta arriba, tuvieron mejor criterio esta vez. No recomendaría ir a no ser que se tenga que pasar el día en la frontera, que antes que eso te puedes hacer la excursión hasta allí. En cualquier caso la mejor forma con diferencia de visitarlo es en bici. Tengo que mencionar el incomestible daalbaht que tomamos para cenar en una casa-"restaurante" acompañados de unas hormigas de más de 1cm que desde un metro se les podían distinguir perfectamente las pinzas de la boca, puro hormigón. Además en el pueblo hay un tío dando la brasa desde bien temprano rezando por un altavoz a todo volumen y los mosquitos multiplican por miles la población del pueblo.
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