Si soy un loco por vivir esta aventura, ¿qué son los que tienen sueños y no los cumplen?

viernes, 24 de agosto de 2007

Qingdao Parte II

Shanghai 24/08/07

Ahora toca la parte de la experiencia personal. Aunque este blog está concebido para hacer vivir mi aventurilla a mis conocidos (más bien para que mi madre sepa lo que estoy haciendo ;) ), lo anterior, Qingdao parte I, ha sido por darle unas pinceladas de información turística útil para posibles visitantes. (Las fotos ya están en el espacio)

Comencemos por el magnífico transporte hasta allí. Elegimos la opción del tren, lo cogimos pasadas la una de la tarde y con la esperanza de llegar hacia las nueve. Era un tren malo, generalmente todos los que he cogido han sido nuevos y muy buenos, pero no este; tenía sólo butacas, ciertamente incómodas, y a uno le costaba encontrar la posturita si quería echarse una cabezadita. Ya estábamos bastante cansados del tren, sólo pensábamos en llegar y bajarnos de ese maldito aparato y dan las nueve, las diez y las diez y media y nada, que no llegamos; preguntamos entonces que a qué hora llegábamos para asegurarnos y nos confirman que a las nueve, les indico que hace rato que pasaron, y nos dicen con todo la tranquilidad del mundo: “sí, pero es que llegamos a las nueve DE LA MAÑANA”. “¡¡¡AAAAAAAAAAH, NOOOOOO, HORROR, ME MUERO!!!”. Sinceramente mi reacción por fuera no fue así, porque la noticia me dejó completamente atónito y me quedé impasible con cara de completa resignación pero la desesperación en los ojos. Añadir que para darle más gracia al asunto, la noche anterior salí de marcha y quise pasarla completamente en vela para descansar en el tren y conseguir que se me pasara más rápido, pero que debido a la falta de confortabilidad de los asientos, mi propósito había sido frustrado y encima tuve que soportar dos noches consecutivas sin dormir más que una hora escasa, …¡empezamos bien!

La llegada tampoco fue muy exitosa, cogimos un taxi, le dijimos el nombre de la calle y le señalamos aproximadamente donde estaba (el mapa estaba en chino), el taxista arrancó y al poco se paró a preguntar por teléfono que dónde estaba esa calle, un cuarto de hora ahí parados, sin poder bajarnos porque estábamos en medio de nada y diciéndole que siguiera y ni caso, desesperados y hartos del puñetero taxista. Quiero añadir aprovechando la presente, que por alguna extraña razón que no alcanzo a comprender, el chino medio, y todos los taxistas incluidos, no son capaces de entender un mapa ni de su propia ciudad, algunos cuando se lo enseñas hasta te hacen un gesto de negación con el dedo como diciendo “no, no, no, yo no leo mapas”. Después de un rato llegamos hasta donde mi dedo le había indicado, empezó a preguntar y ni flores, estábamos hasta las narices de él y le dijimos que se olvidara que nos quedábamos allí, le pagamos con su propia moneda, literal, porque le cogí algo de dinero para compensar el cuarto de hora parados, y nos bajamos. Preguntamos a la gente de por ahí, y acabamos en un edificio con unas ocho personas alrededor intentándonos ayudar pero nadie sabía donde era. Yo ya estaba convencido de que era una calle fantasma, o la había copiado mal o cualquier cosa. Después de media hora y acompañados por un par de personas que no paraban de llamar a distintos sitios y preguntarle a todo el mundo, paramos un taxi, le preguntamos si nos podía de llevar allí y nos llevó tranquilamente sin problemas hasta la calle que estaba a menos de 500m de donde nos había parado el taxista y habíamos estado preguntando. Simplemente no me creía tanta inutilidad por parte de tantas personas. Nos debimos topar con los más tontos del pueblo, porque a partir de entonces no volvimos a tener el mínimo problema para llegar, incluso una línea de autobús pasaba por ahí, de todas formas le hicimos una foto al cartel de la calle, por si en un futuro nos volvían a hacer dudar de su existencia.

Para fastidiarla un poco más, debido a que llegamos más tarde de lo previsto, se nos canceló la reserva en el hostal, lo que implicó perder el depósito y tener que cambiarnos de hostal a mitad de semana porque ya no había camas, …¡continuamos bien!

Ese mismo día playita, paseíto y por la noche salir de marcha. La playa no era nada del otro mundo, pero era playa, que después de un año sin pisarla cualquier cosa valía, ya sabíamos que no era paradisíaca. La discoteca impresionante, como suelen ser los garitos chinos, que cuando entras a uno con tantas luces y ese logrado decorado hacen que te entren ganas de montarte un sitio así en tu país. Al siguiente día visitas turísticas varias y sobre todo comer por todos lados cualquier cosa, cangrejos fritos, ostras, tonterías del mercadillo, calamar a la plancha… no parábamos.

Por el mercado nos paramos a tomar unas cervezas con un viejecito de 82 años sentados en una mesita con algún que otro chino más, simplemente encantador. Y por la noche salir a cenar por la calle de la birra, todo muy bien.




Cuando sí paramos fue al día después, porque me levanté con un dolor de tripa interesante, …¡suma y sigue! Afortunadamente Carla hizo de estupenda enfermera y en cuestión de horas ya estábamos danzando por ahí. Para seguir con nuestra racha, al siguiente día le tocó ponerse mala a Carla, qué mejor que ponernos malos alternativamente para perder más días, …¡añade a la cuenta! En cualquier caso, antes de que se sintiera peor nos dio tiempo de visitar la fábrica de Tsingtao, que estuvo bastante bien a excepción de las incursiones al baño continuas que tenía que hacer Carla.

Toca el día de ir por fin a la fiesta y antes de entrar al recinto decidimos comer algo en un restaurante y después dar una vuelta por la playa de enfrente que era la mejor de la ciudad, donde vimos unas bolas transparentes de aire en las que te metes y te echan al agua y que por supuesto no me pude resistir a probar, a pesar de que sólo los críos parecían hacer uso de esa aparentemente tan divertida atracción. Conclusión, nunca más lo vuelvo a probar, porque un crío puede que tenga suficiente aire ahí dentro, pero a un tío de mi talla haciendo el burro como lo hice se le queda un poco escaso el nivel de oxígeno al final. Total que con el meneíto, la asfixia y justo después de comer, salí blanco de ahí y una hora malo pensando si retornaba al mar el marisco de la comida. Se me pasó y entramos a la fiesta, se me revolvió el estómago de nuevo y se me volvió a pasar, …¿cómo va la cuenta?

Después de dar unas vueltecillas y probar unas cuantas cervecitas, entramos en una carpa en la cual estaba un tipo en el escenario haciendo unas auténticas proezas impresionantes con un balón. Estaba con la canción de la copa de la vida de Ricky Martin “tu y yo, alé, alé, alé” y al oír música española me emocioné y me subí a bailar exageradamente encima del banco. Total que la gente pasó olímpicamente del pobre malabarista y todos prestando atención a mi contoneante baile de forma que cuando terminó la canción y me paré, a pesar de que el hombre seguía con su pelota, la gente comenzó a aplaudir. Seguramente saldré en algún medio de comunicación como “los extranjeros disfrutan de la Fiesta de la Cerveza”, porque había alguna que otra cámara y además una tía con pinta de reportera nos preguntó los nombres y la nacionalidad. La gracia es que con el espectáculo nos ganamos la simpatía de la afición y desde entonces ya no hubo que preocuparse por comprar más birra, hasta el punto de tener que huir de allí porque no me cabía nada más y las invitaciones eran incesantes. Además cuando un chino brinda con su “ganbei” hay que terminarse el vaso, y después de siete seguidos mi estómago no aceptaba más.

Carla se fue por la mañana y entonces me tocó continuar la aventura solo. Me di una vuelta por el barrio y acabé tomándome primero una cervecita en uno de esos puestos que mencionaba que te la tomas ahí mismo en la calle o te la llevas en bolsas, y así como que estaba muy a gusto con la viejecita cheposa encantadora y su hija hablando y hablando y cayó una segunda y una tercera y me hicieron vivir una agradable sensación de felicidad en esos momentos. Por la tarde me fui solo a la fiesta de la cerveza. Primero me senté que con unos chinos porque no encontré ni un solo extranjero y luego apareció por casualidad el francés con el que nos fuimos el segundo día de marcha que también estaba solo. Al final acabamos parecido al día siguiente, montamos el número en el escenario con un grupo de chinos y luego también encima de la mesa y al igual que el día anterior tuve que retirarme por incapacidad de ingestión. Luego continuamos en la disco y para casa.

El último día no fue menos agradable, estuvimos un australiano y yo en el puesto de la viejecita y esta vez no fueron tres si no cinco las cervezas que cayeron, porque como digo, se estaba fenomenal ahí. Y de este día salió una anécdota curiosa: se nos sentó un abogado chino, que se veía ya algo embriagado, y empezó a tomarse cervezas a una velocidad considerable, a darme besos ya decirnos que era su sueño hablar con nosotros, casi con lágrimas en los ojos y cogiéndome constantemente la mano, mientras el australiano y yo nos mirábamos conteniéndonos la risa de incredulidad ante la situación. Para resumir todo el rato que estuvimos con él, al final me dijo “I love you”, y me regaló un libro en chino con dedicatoria. Luego nos fuimos a tomar unos escorpiones, que no eran ni mejores ni peores que los gusanos y ya me fui a Shanghai, esta vez en autobús con cama que aunque fueran once horas se pasó como si nada.

Por último y para terminar con no terminar la mala suerte, perdí el móvil en el autobús y por si no fuera poco, el teléfono de casa dejó de funcionar ese mismo día, y encima el del Txin están reparándoselo con lo que estábamos completamente incomunicados. Afortunadamente ya tengo móvil, bueno que coño afortunadamente, que me lo tuve que comprar.

 

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