Australia se divide en seis estados. Adelaide concretamente pertenece al estado de Suraustralia.
El motivo que me llevó allí fue la curiosidad de comprobar si era cierto algo que leí por Internet de que esa ciudad se encontraba en el top ten de las mejores ciudades para vivir del mundo. En muchas de esas clasificaciones figura Vancouver, y además en primera posición, lugar que también está en mi itinerario. En cualquier caso, siendo que es algo en gran parte cuestión de gustos, y sobre todo después de visitar Adelaide, puedo asegurar que ese tipo de listas no es referencia alguna, como mucho puede servir para hacerse una idea, aunque sólo aproximada, de lo segura que puede ser una ciudad. Puedo comprender que sea un sitio maravilloso para vivir, pero desde luego no para mí, no es mi estilo. Si te gusta vivir en un vecindario idílico, en una casita monísima con jardín y dos coches en la puerta, sin que nadie te moleste, porque ni si quiera verás un alma por la calle, y donde todo esté muy organizado y limpio, entonces es perfecto, pero si no, esa ciudad te parecerá lo que es, un auténtico coñazo. Es curioso como está hecha, se nota lo artificial que es, la estudiaron antes de hacerla de hecho, y lo dividieron en un núcleo urbano cuadriculado para los comercios rodeado de zona verde y después toda la inmensa área residencial. Siendo más de 1,1 millones de personas es sorprendente que no existen los atascos, pero es comprensible cuando te das cuenta de que tampoco hay gente por la calle, es una lástima. Otro factor que consideraría importante en cuanto a calidad de vida es sin duda las féminas que te encuentres por la calle, y en esto si que no tiene nada que hacer conmigo, porque responden al prototipo inglés, y especialmente los fines de semana ves lo peor que te puede ofreer, gordas con microfaldas, pálidas, mal pintadas, borrachas y con cara demacrada. No me enrollo más porque no merece la pena.
Cosas que me chocaron nada más llegar fueron por ejemplo, que hacía un calor infernal, claro que ahí era verano, y de hecho el día más caluroso para mí del año pasado fue el de Nochevieja, o los precios, que después de venir de Asia también eran impactantes, con AU$6, 3,6€, puedes comprar dos Redbull en una tienda o una hora de Internet, he de decir que España en la muchas cosas es incluso más cara. El que las cosas estuvieran escritas con caracteres no cifrados que podía leer, incluso entender, y que ya nadie me hablara usando un incomprensible lenguaje, fue volver a la Tierra depués de viajar por otros mundos, sentía que ya no tenía barreras de ningún tipo.
La bienvenida a Australia fue lo peor. Aviso para los que pretendan ir que son muy extrictos en la aduana y excepto ropa, prácticamente no está permitido traer nada, especialmente comida y cosas de madera. A mi me retuvieron como una hora y media, me interrogaron tres veces y luego me abrieron todo el equipaje. Encontraron mis preciados y baratos mecheros con linterna y me requisaron todos menos cinco (tenía unos 25 solamente), porque hay una ley que ocupa hoja y media donde explica que no se pueden traer a Australia más de ese número. No es que no se puedan tener, es como digo, que no se pueden traer sin un permiso de no sé quien. Eso me molestó bastante, esos mecheros son más prácticos viajando que la mochila.
Lo bueno que tuvo, lo único diría, es que por lo menos puede salir bastante barato. El alojamiento costaba AU$14, 9€, que en comparación con Asia es un montón, pero es lo más barato que he pagado desde entonces. Un día podía salir realmente económico si aprovechabas todas las ofertas. Primero el desayuno estaba incluído, luego con el bus circular que es libre vas a cogerte una bici gratis que promueve el ayuntamiento, te vas a la biblioteca a chupar Internet por el morro y de paso te rellenas el botellín con agua fresquita, luego al museo a culturizarte gratuitamente, también puedes visitar el museo de inmigración o el estadio por el mismo precio, cuando dejas la bici les pides que te den un botellín de agua que tienen muchos, para no cansarte, de vuelta te coges el tranvía, aunque sea por 200m, porque en el centro es gratis y al llegar te tomas la tarta de manzana que reparten a las ocho en el hostal. Después de un largo día de actividades es recomendable verse una peli de la selección que tienen en recepción tumbado en el sofá, para eso tienes que pagar AU$20, ...pero luego te los devuelven.
Lo único destacable, aunque para mal, fue la Nochevieja. ¿Qué pensarías si te dicen que vas a pasar la que se supone que es la mejor noche del año por defecto en la playa, en el extranjero y que esperan medio millón de personas? Yo pensaría, como pensé, que iba a ser una de las mejores noches de mi vida. Pero cuán equivocado estaba, porque resultó ser precisamente la noche más aburrida de todas las que he salido, que no son pocas. No había medio millón, eso es cierto, pero tampoco me hacía falta y si que habría 100000, que ya estaba bien. Ahí no estaba el problema, estaba principalmente en que ¡no se podía beber!, pero ¡Dios, que es Nochevieja! Nada más bajarnos del tranvía perdimos a uno, ¿dónde estaba?, unos amables policías le estaban felicitando el Año Nuevo con una multa de AU$160 por llevar dos cervezas. La presencia policial era ubicúa y por lo tanto consiguieron que en efecto nadie bebiera. Al llegar a la playa se veían familias con las sillas de camping y los niños y grupos de gente sentados con, a lo sumo, una botella de agua en el centro y sin saber muy bien qué hacer e incluso algunos sin hablar. Ni siquiera había algo de música para amenizar ni ningún tipo de actuación. Dieron las doce y sin avisar lanzaron cuatro fuegos artificiales de mierda y la mayor parte de la gente se comenzó a ir. Aún se quedaron algunos por los bares, que no ofrencian, por lo que comprobé, ningún ambiente festivo especial e incluso se notaba que la gente no estaba de lo más alegre y social. Intenté buscar la fiesta por ahí y por la ciudad, pero resignado me acabé yendo a dormir hacia las 3 después de haber visto más peleas, o restos de ellas, que ninguna otra noche de mi vida. Personalmente, la restricción de alcohol también me alteraba la sangre, pero no lo demostré al estilo inglés que acostumbran allí.
Quizás lo más emocionante que me pasó allí fue que se me acabara el diario.
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