Si soy un loco por vivir esta aventura, ¿qué son los que tienen sueños y no los cumplen?

domingo, 30 de marzo de 2008

Byron Bay

Guadalajara 29/03/08

Al llegar al aeropuerto de Sydney por segunda vez, la primera fue para hacer escala hacia Nueva Zelanda y ahora viniendo de allí, quise divertirme con mis amigos de la aduana. Jugamos al juego que he bautizado como "¿qué me dices?". Yo de repente olvidé todo el inglés que sé, por lo que los interrogatorios ganaron en diversión. No es tan fácil hacer que no entiendes lo que te dicen, tienes que seleccionar las palabras que has entendido y las que "no". Por ejemplo me preguntaron "do you travel alone?", y eso no lo entiendo, entonces cambia la pregunta, "do you travel with friends?", y yo dudo y luego respondo "eh, eh... ¡Ah! Friends. No, yo no friends." Declarando en el papel que tenía comida y armas, aunque me refería a la navaja multiusos, pero eso no se especifica, y sin entenderme en los primeros controles, acabé de cabeza en la mesa donde te abren todo el equipaje. Después de unos intentos inútiles de comunicación por parte del agente de aduanas, que la verdad es que me calló bien y me hacía gracia verlo hablando como para subnormales para que le entendiera, casi me hizo descojonarme, al final vino otra a ayudarle y ¡sí, conseguí que un angloparlante hablara español! Yo para joder, a la pobre le hablaba bien rápido, así que como me vieron tan pardillo y les resultaba tan complicado, al final me dejaron ir sin registrarme nada, ¡y eso que había declarado que tenía hasta armas! ¡Qué bien me lo pasé! ¡Eso por los mecheros! En EE.UU. sí que no tuve huevos de jugar a lo mismo, que ahí están muy mal y vete a saber lo que te hacen, además hay muchos que saben español.

Después del juego me preguntaba qué hacer y al final acabé cogiendo otro avión adonde me habían recomendado ya un par de personas. Al Norte de Sydney, pero como todo en Australia, suficientemente lejos como para ir en avión, está Byron Bay, un pueblo playero para gente joven exclusivamente. Es un destino surfero muy importante, pero afortunadamente también hay gente normal, porque los surferos son unos frikis y no saben hacer otra cosa que no sea surfear. Los que no se dedican a las olas tienen como actividad principal el cachondeo, por lo que si eres joven y te gusta montarla cada noche este sitio te gustará.

Después del avión, para no perder las buenas costumbres que aprendí en Nueva Zelanda, fui hasta allá haciendo autoestop. Lo cuento porque fue curioso que me llevaron dos mujeres con dos niños de tres y siete años, es decir, más improbable que que te toque el Euromillón. Además que al ver el coche y a sus ocupantes ni siquiera saqué el dedo porque era absurdo, pero paró de todas formas y me llevaron detrás con los niños. Para que veáis cómo es el autoestop en otros países.

La ley de la oferta y la demanda hace que el alojamiento sea de lo peor y más caro que he visto, además aquí más vale reservar, porque puede estar completo. Esa misma ley afecta al ámbito sexual, porque curiosamente hay gran proporción de mujeres y están un tanto cachondas, aunque creo que eso se debe quizás a sus raíces inglesas o a que de hecho muchas lo son. Esta vez fue la primera y única que he visto que la gente se lo monte en los dormitorios. Hubo un día que yo estaba en una habitación con otras cinco tías y al despertarme por la mañana éramos diez; todas habían dormido con la pareja que se consiguieron esa noche excepto una que no salió porque estaba mala, que si no yo habría sido el único pringao en dormir solo. La calidad del hostal me molestó un poco, pero qué le iba a hacer. Hubo otra cosa que también me molestó y que tampoco le pude hacer nada, que llovió los cinco días que estuve, y además casi sin parar. Hubo un día que eso no me detuvo para ir a la playa a hacer el cabra con un murciano, claro, el pobre al ver tanta agua estaba emocionado. Fuimos con una de esas tablas cortas, los bodyboards, a intentar coger unas olitas. Pero eso no es el Mediterráneo, ahí cualquier ola de mierda te empuja unos metros para atrás; era imposible avanzar, andabas y a lo que venía una ola volvías a estar a la misma distancia de la costa, pero la corriente encima te había arrastrado lateralmente. A los diez minutos ya estaba exhausto y después de media hora y medio pulmón lo dejé habiendo conseguido pillar sólo un par de olas. Luego cuando volvimos al hostal estuvimos haciendo el mongolo quedándonos en la terraza bajo la intensa lluvia que resultaba realmente agradable. La verdad es que cuando no tengo nada que no se pueda mojar y hace buena temperatura, la lluvia me encanta. Eso sí, cuando fuimos a comprar todo mojados casi nos morimos con el aire acondicionado del súper. Como estaba lloviendo todo el día, propuse jugar al póker y se convirtió en la rutina de cada día, junto con beber y salir. Desde entonces me di cuenta de lo popular que es por todo el mundo y he jugado bastantes veces, me gusta, pero apesto, aún no he conseguido ganar ni una.

La juerga puede estar bastante bien. Primero se bebe en casa, es decir en el hostal, lo cual es muy sociable y divertido. Lo más común, por ser lo más barato, era el vino en bolsa dentro de una caja, que hay gran variedad y se puede encontrar en cualquier sitio por ahí. Eran creo que tres litros y salía por $10-12, unos 7€, así que bien. Luego ya se va a los garitos. Hay algunos que cierran antes que otros, pero creo que la hora límite eran las tres. El domingo es día de culto y todo, absolutamente todo, cierra a las ¡12! No lo sabíamos nadie, pensando que ahí todos los días es Navidad, como quien dice, y nos quedamos indignadísimos con cara de tontos después de habernos esforzado con nuestro vino de bolsa para no estar ni diez minutos en un bar. Yo lo resolví colándome en la piscina municipal y en la del hostal, aparte de un bañito entre medias en el mar. Vamos, que me pasé la noche a remojo. Me encantó porque lo de bañarme en el mar de noche y colarme en las piscinas con alguna amiga son mis deportes de verano favoritos. Por cierto que de la municipal nos echaron.

De nuevo hice autoestop para irme y el último que me llevó me recomendó que al final me cogiera el tren que me dejaba en el aeropuerto. Lo hice a pesar de que va en contra de mi nueva religión, ahora soy autoestopista, aunque como tuvo un retraso, al final monté una película de que había perdido el avión por su culpa y conseguí que me devolvieran el dinero y así remendar mi pecado.

 

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