Si soy un loco por vivir esta aventura, ¿qué son los que tienen sueños y no los cumplen?

viernes, 11 de abril de 2008

Hawaii

Mexico DF 10/04/08

Si al leer Hawaii has esperado leer un post lleno de fiesta o exotismo, lamento decepcionarte. Cuando decidí ir a nada menos que Honolulu, con lo bien que suena, desde luego no esperaba lo que me encontré. Yo, como seguro que tantos otros, tenía un concepto de Hawaii de playas con palmeras y bungalows, aparte de resorts de lujo, y mujeres bien broceadas de ojos avellanados con faldas de paja y sujetadores de cocos bailando el hula-hula, y por lo menos en la isla de Oahu, que es la principal y donde estuve, eso no existe. Nada más llegar sí que comprobé que por lo menos las camisas hawaianas no son un mito, porque de hecho es el uniforme de los conductores de autobús y los empleados del supermercado entre otros. La decepción vino ya en el autobús cuando me di cuenta de que todo el mundo llevaba un estilo de vida completamente normal, como el de una ciudad cualquiera. Y es que en efecto, Honolulu es una ciudad normal, pero con playa y unos cuantos turistas. Pero, ¿qué gracia tiene Waikiki, una playa, que ni mucho menos es paradisiaca, concurrida y que justo detrás tienes un Mc Donald's? Por lo menos uno espera el gran fiestón, pero sería un sacrilegio comparar la marcha de allí con la de China, por ejemplo. Algo hay, aunque no demasiado, pero ni mucho menos alocado. Al que le consuele, por lo menos tiene algunas prostitutas bien guapas.

Yo fui primero al Norte, North Shore, para evitar Waikiki, que es lo que me recomendaba todo el mundo. En invierno en esa parte se encuentran las mejores olas del mundo para surfear y por lo tanto estába a reventar de surferos. Y ahí entro en el tema de estos seres singulares. Yo pensaba que esta gente era puro cachondeo, pero me di cuenta de que, aunque pueden ser muy majos, eran unos frikis integrales y no se pueden salir de lo que no implique olas. Y tanto es así que no montan fiesta porque están cansados y sobre todo porque tienen que madrugar para ir a pillar las mejores olas, y a las seis o antes tienes que aguantar su maldito despertador. Yo convivía con varios y no os podéis imaginar como son, ¿es posible que viajes con tres tablas de surf y te parezcan poco? Una de ellas llevaba una maleta que cabían tres jugadores de baloncesto estirados, literalmente. Por lo menos eso les mantiene bien en forma y todos tienen unos cuerpos danone para desear o envidiar. Me llevaron a ver la ola más famosa, la Pipeline, que la verdad es que es bastante impresionante y yo mismo me pasé un buen rato admirándola y viendo como un hormiguero de surfistas flotaba esperando cada uno su momento. Era curioso ver a tal cantidad de fotógrafos con sus miras telescópicas de dos palmos preparados para captar al surfista de turno que tuviera una buena actuación. Yo un día me atreví con el bodyboard, pero no iba muy preparado, agarré una tabla que vi por ahí que no tenía cordón para que no se te escape y me fui para la playa, esto es lo mejor que hice. Cuando me metí al agua me costó como veinte minutos llegar adonde estaban los surfistas esperando a coger una ola, porque yo, a diferencia de los demás que van con el bodyboard, no llevaba aletas. Después de un buen rato flotando descansando del titánico esfuerzo, por fin me decidí y me lancé a por una ola, y como ahí las olas no son tontería, el resultado fue que mi tabla se fue a cascarla y yo revuelto por el fondo del mar con el bañador a la altura de los tobillos. Cuando salí a la superficie después de ponerme de nuevo el bañador mi tabla ya estaba bien lejos y nadé a por ella, aunque no la alcancé hasta la orilla, con lo que pocas ganas me quedaron de volver a meterme la paliza y ahí se acabó mi experiencia surfera.

Lo que más me gustó de la isla fue Pearl Harvour, me encantó conocer la historia. El museo, el documental y que te llevaran en barco hasta el monumento del USS Arizona , me pareció muy educativo e interesante y loable que no cobren por ello. Después de conocer lo que pasó resulta irónico ver a tanto japonés por ahí, porque hasta muchos carteles están escritos en japones, y ahora tan bien recibidos, los tienes ahí de vacaciones y tomando fotos a lo que destruyeron sesenta años atrás llevándose a más de dos mil americanitos en un día.

Lo único anecdódico y algo emocionante fue que me tiré de un avión a 14000 pies de altura, unos 4600 metros. Cerca de un minuto de caída libre para terminar volando suavemente como un pajarito unos cinco minutos en parapente. Sorprendentemente no es muy impresionante, el puenting lo es bastante más. Casi diría que es más bonito que otra cosa.

 

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