Si soy un loco por vivir esta aventura, ¿qué son los que tienen sueños y no los cumplen?

martes, 6 de mayo de 2008

San Francisco

Zaragoza, 06/05/08

Lo primero que me impresionó, porque es realmente impresionante, son los campos inmensos con millones y millones de árboles que hay en el camino de Los Angeles a San Francisco. De ahí que California sea el mayor productor de nueces, pasas y otras cosas. Analizando los campos te das cuenta de que los tienen estudiados al milímetro, rebosaban eficiencia; a veces estos gringos hacen bien las cosas, por eso están donde están. En un momento recuerdo pasar por una granja de vacas tamaño ciudad; al aparecer a la vista se oyó una exhalación de la gente en el autobús y a mí me salió un instintivo "jooo-der"; creo que se podría abastecer a todos los Mc Donalds del mundo.

De San Francisco se puede decir que tiene un muelle muy bonito, donde además hay leones marinos que están ahí completamente libres, que tiene un barrio chino muy grande, que el Golden Gate no es tan impresionante, de hecho ahí mismo tienen otro puente que lo es más, pero que no tiene tanta historia, y ni que decir si lo comparásemos con el de Sydney, que tiene su gente pirada por la calle, como buena ciudad estadounidense, y sobre todo que hay que ser subnormal para hacer una ciudad con esas cuestas imposibles, que son muy famosas está claro, pero que son lo más incómodo y poco práctico también. Son increíbles, se ven marcas en el asfalto de multitud de coches que han tocado con los bajos en las intersecciones con las calles horizontales, a veces la acera son escalones y en alguna hasta está prohibido que circulen autobuses.
Una de las visitas típicas es Alcatraz. No está mal, tiene su historia, visitas las celdas, te cuentan como eran las cosas, te hablan de las fugas, los mitos... Pero no hay que ir pensando que vas a ver algo escalofriante.

Es la capital de la informática y me molesté en buscar en Google dónde estaba Google y fui a ver como era. Cuando lo encontré, físicamente me refiero, pregunté por alojamiento en Tijuana, pero no me supieron decir, ¡vaya mierda!, ¿no es Google?, ¿qué pasa?, no tengo ordenador y he venido en persona. No, la verdad es que me dio mucha rabia que caí en hacer la gracia justo cuando me fui, pero habría estado divertido. Lo que sí que pregunté fue que qué hacían en esas oficinas y me dijeron que era clasificado, ¿?.

Aquí fue donde la historia de la cárcel. Al respecto, el día siguiente Víctor y yo nos disfrazamos de personas serias, es decir, nos vestimos bien con corbata y todo para evitar la opresión policial a las clases bajas. Estuvo divertido porque íbamos haciendo el subnormal tratándonos de Mr. Gómez y Mr. Mirronof y hablando pedantemente. Pero la gracia estuvo cuando en un momento fuimos a cruzar para ir al hostal por en medio de la calle. Era de noche y no pasaban coches. Se acercaba uno y nos quedamos parados esperando a que pasara. Era un coche de policía, se detuvo justo antes de donde estábamos y lo interpretamos como que nos dejaba pasar. Cruzamos, y cuando ya estábamos en el otro lado, arrancó, cruzó la calle hasta donde estábamos, se bajó y empezó a decirnos que si no le habíamos oído, que no podíamos cruzar por ahí y todo eso en un tono nada amistoso. Juro que una palabra mal dicha habría hecho que nos arrestaran. Yo, después de la experiencia de la noche anterior, me parecía increíble que estuviéramos a punto de volver a terminar en un coche de policía, me parecía cómico que estos seres pudieran ser tan estúpidos y casi se me escapa una carcajada de incredulidad. El poli me dijo que si me parecía gracioso y yo intentando estar serio, aguantándome la risa, le dije que no y al final todo se calmó y nos dejó ir (claro, era sólo uno y no había nadie para poder ver su hazaña de como luchaba contra el mal, así que no tenía sentido detenernos). Juro que estuve pensando en cagarla a propósito por vosotros, para que tuvierais otra anécdota, porque me parecía gracioso e increíble y por redemostrar lo mal que están en ese país.

En mi afición por las universidades, y sobre todo yendo en busca de mi fiesta americana, visité las de Stanford y Berkeley. Stanford es preciosa, merece la pena visitarla. Lo malo es que cuando llegué ya era tarde y no había apenas gente, por lo que resignado sin encontrar nada me fui hacía el pueblo a buscar un bar donde hubiera algo. En el autobús de camino conocí a una asiática-americana que me invitó a una fiesta, que ya me avisó que era de cumpleaños en una casa, nada gordo. La fiesta resultó ser de "nerds", es decir, empollones. Había uno que me sacaba especialmente de quicio, un rubio con coleta, gafas y que hablaba súper gangoso, por no contar sus comentarios dignos del mejor de los empollones de una película americana.

(a la izquierda mi amigo el gangoso)

Ahí estuvimos una docena de personas más o menos, todo estudiantes de postgrado de Stanford nada menos, con un amplio y abundante surtido de bebidas, eso sí, pero sin hacer nada muy particular, de hecho la consola tuvo bastante trabajo esa noche. Pues siendo que yo no era nadie allí, había llegado conociendo a sólo una persona y de escasos minutos además, acabé siendo el maestro de ceremonias. Aprovechando todo el potencial alcohólico que tenían, les preparé una sangría en una cacerola y luego les propuse un juego, el "yo nunca he", habría llegado mucho más lejos que eso, pero de donde no hay no se puede sacar. Normalmente no me gusta ese juego porque al final siempre tengo que mentir, pero fue muy a propósito porque quería saber con qué tipo de gente estaba. Si digo que una de las preguntas fue "yo nunca he fumado un cigarrillo", creo que ya lo digo todo. Creo que bebí en todas las preguntas menos en una, "yo nunca he mentido en la declaración de la renta", y eso porque nunca la he hecho, que si no... La cosa es que en cada una les contaba la historia del pecado correspondiente y en definitiva me pasé la noche contándoles batallitas, aunque intentando que ellos tuvieran algo interesante también que compartir. El juego desde luego no derivó a lo que generalmente suele llevar sobre sexo y tal y fue de lo más inocente.
Realmente tampoco estuvo mal, fue entretenido, curioso y, bueno, así puede comprobar cómo es la vida de otro tipo de seres.

A Berkeley fui en dos ocasiones. La primera no conseguí mi fiesta universitaria, pero acabé con unas chicas de muy buen cachondeo por San Francisco, así que bien. La segunda, la diversión ya la tenía garantizada porque fui con nuestro compañero ruso de aventuras policíacas, Víctor, y desde luego la cosa no defraudó. Primero haciendo el subnormal por la calle con un helado de 1.6 litros con el frío que hacía, que por supuesto nos terminamos. Así escrito y sin entrar en detalles sé que no tiene absolutamente nada de gracioso, pero in situ y con un par de cervezas, creedme que dio mucho juego la tontería. Finalmente nos fuimos en busca de la fiesta perdida, ...y la encontramos. ¡Menuda mansión la de la fraternidad ΔKE! Me parecía un sacrilegio bastante considerable que en una casa que tenía seguramente más de un siglo de historia, con todo de madera y preciosa, se estuviera armando esa bacanal, con alcohol por todas partes, la gente, la música...



Estuvo genial porque, para empezar no había que pagar nada, y la barra libre siempre es algo bueno, gente por todas partes, la música muy bien montada y escogida, luces... vamos, que eso es organizar una fiesta en condiciones. Lo que me quedará en la memoria es la forma de bailar de los gringos, concretamente de las mujeres que, independientemente del tipo de música, se ponen siempre de espaldas al hombre sacando el culo y frotándoselo contra la cebolleta. Es gracioso porque el hombre si quiere se puede quedar sin hacer nada o hasta hacerle la burla a la chavala, porque la otra no le mira, está sólo concentrada en mover el culo para intentar ponerlo cachondo. No eran ni una ni dos, eran absolutamente todas las que bailaban en pareja.


(baile tradicional estadounidense)

Esta pequeña historia de la fiesta que he contado en un párrafo, nuestro amigo ruso me mandó su versión de los hechos en un pdf de diez páginas.

1 comentario:

  1. Llevando el "Yo nunca" más allá de nuestras fronteras, eh?

    Un beso!

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