Si soy un loco por vivir esta aventura, ¿qué son los que tienen sueños y no los cumplen?

martes, 17 de junio de 2008

Entre Guadalajara y México DF

Zaragoza 17/06/08

De Guadalajara me había dejado de comentar su afición por la electricidad, porque si aquí estamos acostumbrados a beber en los bares como forma de ocio, ahí además son capaces de divertirse electrocutándose, porque a veces puedes ver a alguno entrar en un garito con una caja con un regulador y de la que salen dos electrodos; es lo que llaman “toques”. El funcionamiento sencillo, agarras los electrodos y el tío gira la ruleta hasta que no puedas del agarrotamiento. Cuando menos curioso, ¿no?

De Guadalajara continué de nuevo solo mi camino. La primera parada fue Morelia, una bonita ciudad de estilo hispánico del siglo XVIII, muy cuidada y agradable, aunque no así los suburbios que destacaban por lo contrario. Una cosa que me llamó la atención es la cantidad de bancos para sentarse que tenía, lo cual implicaba también, cantidad de parejitas de tortolitos. No sé qué tendrán en esa ciudad, pero nunca había visto a tanta gente besuqueándose, resultaba hasta empalagoso.

Una noche allí y seguí hacia la zona del lago Pátzcuaro. En principio pensaba estar tres o cuatro días por ahí, acampando, andando y visitando ruinas y pueblos precolombinos y otros coloniales, pero la decepción fue tremenda y no estuve más que una noche por la zona. Pátzcuaro también era estilo español, muy atento al turismo nacional demostrando cómo era la arquitectura hace un par de siglos. Todo el pueblo sigue unos patrones de estética como la franja roja hasta media altura de todas las fachadas, la prohibición de carteles de cualquier tipo, que incluso incluye los nombres de los establecimientos, que tienen que estar escritos como todo con una tipografía concreta, en negro, y con la inicial en rojo. La verdad es que queda bonita esa uniformidad y se conserva mucho la apariencia antigua que buscan.
Tanto Pátzcuaro como Morelia me provocaron el mismo pensamiento, son bonitos, sí, pero quizás si fuera australiano y no estuviera acostumbrado a ver lugares con historia me impresionaría más, pero siendo europeo, habiéndome aburrido de ver iglesias, castillos, edificios antiguos o hasta restos romanos, ver algo así no es más que algo más de una larga lista. Por otra parte, para mí viajar no es ver una iglesia, es ir a un sitio y vivir como se vive allí, por lo que no tenía mucho sentido quedarme, siendo que no iba a ser nada especial, sino más bien aburrido por bonito que fuera.

Pensé que sería interesante y bonito hacerme una caminata alrededor del lago hasta Tzintzuntzan (vaya nombrecito, ¿eh?), pero me equivoqué estrepitosamente. El escenario era realmente feo, la montaña estaba completamente pelada, los pueblos indígenas que esperaba encontrarme resultaron ser simples aglomeraciones desperdigadas de casas cutres, en absoluto tradicionales o rurales, simplemente apañadas para la supervivencia sin interés alguno por la estética, y lo peor fue que tuve que ir forzosamente todo el camino por la carretera, lo cual no encajaba con mi idea de caminata salvaje y naturaleza que tenía en mente. Después de diez kilómetros tostándome bajo el sol, esperando una pequeña recompensa con las ruinas de Tzintzuntzan, me llevé de nuevo una desilusión porque resultaron ser precisamente eso, una ruina, que además no tenían nada de particular y ni voy a comentar.

Después de mi fracasada expedición, me fui a Cuernavaca, una ciudad vecina de México DF, que tiene fama de ser lugar de descanso y ocio de fin de semana de los capitalinos, y de la cual tenía más garantías. La primera impresión de hecho ya fue muy buena, llegué un viernes y me encontré con unas calles ambientadas, muy vivas, con un mercado permanente con miles de DVD's piratas y otras variadas ofertas y algo más cercano a la vida de un pueblo que de una ciudad, pese a sus más de 300.000 habitantes. Aunque no me alejé del centro, las dos encantadoras plazas principales suponían suficiente disfrute para mis objetivos, eran bonitas, concurridas y entretenidas. Eso era especialmente reseñable en las tardes de domingo, cuando toda la gente sale a la calle a disfrutar de las opciones de ocio, como bailar un agarrado alrededor del kiosco donde toca la orquesta, o salsa mientras tanto en la otra plaza, ver a gente patinando, a otros bailando break dance, a los omnipresentes mariachis o las actuaciones de los payasos, o cebarse con los numerosos puestos de comida ambulante. Miles de personas en la calle, en un domingo perfectamente normal, dice bastante del espíritu de México.
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En una de las plazas conocí a una churrera muy rellenita, pero muy salada. Estábamos sentados juntos en un banco y me tiró con descaro todo el tejado entero. Volvimos a vernos otro día y hasta nos fuimos a dar una vuelta, pero mira que yo no la veía como a mi futura, aún así le di un besito y se fue contenta. Esto viene a cuento porque quería comentar que en México todo el mundo me tomaba por gringo y por lo visto les gusta nuestra estética, que añadido a lo atrevidas que son hace que a veces sea un placer caminar por la calle y que alguna te suelte un piropo pensando que no la vas a entender.
La noche del viernes fue genial, no había casi nadie, pero tenía el día tonto, de esos que te sientes pletórico y capaz de todo. Por la zona de bares me paré a hablar con unas camareras que trataban de captar clientes en la calle. Me pasé una hora contándoles chistes. En todo el rato no consiguieron hacer entrar a nadie, así que decidí ayudarlas y a los primeros que vi, zas, para dentro, y a los siguientes y otros cuantos, porque me pasé la mitad de la noche haciendo de relaciones públicas. Con la inspiración que llevaba, bailando en la puerta y soltándole de todo a cualquiera que pasara me lo pasé en grande. Conocí a un subnormal que para demostrarme lo rico que era rompió en cachitos un billete de 1000 pesos, 60€, y se debió creer que yo era su mejor amigo, porque ya no se separó de mí en toda la noche, aunque por lo menos sus cervezas tampoco. Era la persona más pesada, inoportuna y asquerosa que jamás haya conocido. Y encima hubo un momento al final que me empezó a tocar la nuca y los riñones, uff, qué escalofríos, “¡no me seas maricón!”, “pero que cortos de mente sois en Europa”, me dijo, “yo no soy gay, es normal comportarse así con los amigos, si me vieras abrazándome con el alcalde… bla, bla, bla”. Venga sí, y mi abuela fuma, ese era más joto que Boris Izaguirre. Me prometía que al día siguiente su chofer nos llevaría de fiesta a la capital, aunque ya le insistía en que ni de broma, pero afortunadamente ya no volvimos a coincidir.
 

2 comentarios:

  1. si yo soy una de esas dos camareras que conociste y permiteme decirte que me la pase incre a tu lado
    eres super buena onda y un amor de nene
    cuidate te mando muchos besos

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  2. yo soy una de esas camareras y permiteme decirte qe me la pase incre a tu lado con esos chiste tan geniales! te recuerdo solamente que prometiste volver a visitarme eh

    te mando un beso

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