Si soy un loco por vivir esta aventura, ¿qué son los que tienen sueños y no los cumplen?

jueves, 10 de julio de 2008

Visitando México DF

Zaragoza, 10/07/2008

Soy consciente de que lo que viene a continuación no es literatura de acción precisamente ni muy apasionante, pero es esa parte del trabajo, como ya he ido haciendo, dedicado a recomendar sitios a futuros visitantes del lugar, pero intentaré ser breve. Sinceramente no hice todo lo que debería haber hecho, me dediqué como siempre a pasear, que es lo que me gusta, y no tanto a visitar, aunque sí que puedo hablar de unas cuantas cosas.

Primero, me parece injusto que los mercados convencionales no suelen salir en las guías turísticas, siempre son la parte más auténtica de una ciudad, donde te encuentras la vida cotidiana, a la gente de allí condensada y los productos que consumen. En China ya comprobé lo curiosos y, por lo menos para mí, entretenidos que eran, y en México lo fue de nuevo. El Mercado de la Merced hay que visitarlo para alucinar un poco, porque con sus miles de puestos singulares es alucinante. Algunos venden exclusivamente cebollas, o chiles, o nopales, que son unos cactus típicos que comen por ahí; el que vende carne, por ejemplo, no tiene ningún tipo de mampara y su densidad hace que al pasar por al lado te puedas chocar con un cerdo, en sentido literal; y simplemente cada uno tiene su particularidad. Ese enorme laberinto de coloridos pasillos estrechos me hacía pensar que habría algún puesto que puede que llevara años perdido sin recibir un solo cliente. 
Si uno no tiene suficiente con los millones de productos de ese mercado, muy cerca hay otro, el de Sonora, en el que puedes completar tus compras con un papagayo si quieres, porque tiene una sección de animales; y me comentaron que si preguntas y tienes dinero te puedes ir hasta con un tigre si te apetece, pero no me atreví a hacer la prueba. Los tienen en condiciones ínfimas y la verdad es que da pena pasear por ahí, porque se ven cosas como dos cabras y ocho gallinas en una jaula de un metro cuadrado o doscientos pollos teñidos de colores hacinados en un cajón que no dejan ver el fondo y con algunos muertos que están siendo pisoteados por los demás; vamos, que como a uno se le ocurra tener la gripe aviar, mueren hasta las moscas ahí.

La Catedral y su plaza son eso, una catedral y una plaza, no mucho más. Si algo hay que decir, es que si alguien quiere verla que no espere cincuenta años, porque dentro de un tiempo auguro que ya no estará ahí, ya que parte de la ciudad se les está hundiendo debido al terreno sobre el que está construida, y el suelo no destaca precisamente por su horizontalidad ni las columnas por su verticalidad.

El palacio de Bellas Artes sí que merece mucho la pena, es precioso, y la visita al teatro donde te explican muchas cosas es gratuita.

Como ya he declarado varias veces, soy difícilmente impresionable, pero el museo de Arte Nacional me impresionó, no tanto por las obras, aunque tiene algún óleo, que no cabe ni tumbado en el salón de mi casa, que alucinas, sino por el edificio que es maravilloso.

El museo de Antropología tiene mucha fama, y quizás alguien me desacredite cuando diga que a mí no me gustó mucho, lo dejaría en un no está mal. En cualquier caso recomendar visitar sólo la planta baja.

Lo que es también de visita obligada es echarle un ojo a algunos de los edificios con murales de Diego Rivera, como la Secretaría de Educación Pública y el Palacio Nacional, que tienen un trabajo enorme del más famoso icono artístico de México y en el cual principalmente cuenta la historia de su país y hace crítica social y política de su época (aunque muchas cosas no han cambiado).

Un día tocó excursión a las ruinas de Teotihuacan. Como en todo, el tour sale muy caro y no ofrece gran cosa, en transporte público mucho más barato y bien. Estamos hablando de 4 euros contra cerca de 30. Además allí puedes hacer oreja y escuchar las explicaciones de cualquiera de los múltiples grupos. Después de haber visitado Siem Reap en Camboya, era difícil que me sorprendieran, y así fue. Son unas pirámides enormes, la verdad es que están bien y su tamaño impresiona, pero como digo, después de ciertas cosas ya casi te da igual ver algo así.


El metro de México DF es grandioso, principalmente porque cuesta lo equivalente a 12 céntimos, aunque los datos van más allá, es el quinto en extensión del mundo y el tercero en afluencia con 3,9 millones de pasajeros al día. Está genial que en las estaciones exponen muchas curiosidades culturales, fenómenos de ciencia o naturaleza, fotos de sucesos históricos, la historia del metro…, hacer un trasbordo puede tomarte media hora de lo que te entretienes. Por si no fuera bastante, los vendedores ambulantes llegan a vender DVD’s con la exposición de Gregory Colbert, audio-libros de cuentos o CD’s de música clásica. Tampoco era todo cultura, porque también llegué a ver a uno que por sacarse unos pesos ponía cristales rotos en el suelo y se dedicaba a golpearlos con el brazo y la espalda hasta sangrar (ése por mucho que viviera en el metro no debía prestar muchas atención a las cosas culturales).

Por último tengo que decir que lo que sí que pude disfrutar como en el resto de México, fue de su arte culinario, mi dieta consistió principalmente de tacos, que podías encontrar hasta por seis céntimos de euro si eran de los malos. Personalmente, la mejor cocina que he conocido hasta la fecha.



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