Soy consciente de que lo que viene a continuación no es literatura de acción precisamente ni muy apasionante, pero es esa parte del trabajo, como ya he ido haciendo, dedicado a recomendar sitios a futuros visitantes del lugar, pero intentaré ser breve. Sinceramente no hice todo lo que debería haber hecho, me dediqué como siempre a pasear, que es lo que me gusta, y no tanto a visitar, aunque sí que puedo hablar de unas cuantas cosas.
La Catedral y su plaza son eso, una catedral y una plaza, no mucho más. Si algo hay que decir, es que si alguien quiere verla que no espere cincuenta años, porque dentro de un tiempo auguro que ya no estará ahí, ya que parte de la ciudad se les está hundiendo debido al terreno sobre el que está construida, y el suelo no destaca precisamente por su horizontalidad ni las columnas por su verticalidad.
El palacio de Bellas Artes sí que merece mucho la pena, es precioso, y la visita al teatro donde te explican muchas cosas es gratuita.
Como ya he declarado varias veces, soy difícilmente impresionable, pero el museo de Arte Nacional me impresionó, no tanto por las obras, aunque tiene algún óleo, que no cabe ni tumbado en el salón de mi casa, que alucinas, sino por el edificio que es maravilloso.
El museo de Antropología tiene mucha fama, y quizás alguien me desacredite cuando diga que a mí no me gustó mucho, lo dejaría en un no está mal. En cualquier caso recomendar visitar sólo la planta baja.
Lo que es también de visita obligada es echarle un ojo a algunos de los edificios con murales de Diego Rivera, como la Secretaría de Educación Pública y el Palacio Nacional, que tienen un trabajo enorme del más famoso icono artístico de México y en el cual principalmente cuenta la historia de su país y hace crítica social y política de su época (aunque muchas cosas no han cambiado).
El metro de México DF es grandioso, principalmente porque cuesta lo equivalente a 12 céntimos, aunque los datos van más allá, es el quinto en extensión del mundo y el tercero en afluencia con 3,9 millones de pasajeros al día. Está genial que en las estaciones exponen muchas curiosidades culturales, fenómenos de ciencia o naturaleza, fotos de sucesos históricos, la historia del metro…, hacer un trasbordo puede tomarte media hora de lo que te entretienes. Por si no fuera bastante, los vendedores ambulantes llegan a vender DVD’s con la exposición de Gregory Colbert, audio-libros de cuentos o CD’s de música clásica. Tampoco era todo cultura, porque también llegué a ver a uno que por sacarse unos pesos ponía cristales rotos en el suelo y se dedicaba a golpearlos con el brazo y la espalda hasta sangrar (ése por mucho que viviera en el metro no debía prestar muchas atención a las cosas culturales).
Por último tengo que decir que lo que sí que pude disfrutar como en el resto de México, fue de su arte culinario, mi dieta consistió principalmente de tacos, que podías encontrar hasta por seis céntimos de euro si eran de los malos. Personalmente, la mejor cocina que he conocido hasta la fecha.
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