Si soy un loco por vivir esta aventura, ¿qué son los que tienen sueños y no los cumplen?

viernes, 5 de septiembre de 2008

Canadá

Zaragoza 05/09/2008

Vancouver está bañado por el mar, pero tiene un fondo de montañas nevadas, una imagen bucólica que no es muy habitual para una ciudad desarrollada como esta. Es la ciudad más templada de Canadá y ya era mitad de abril cuando estuve allí, pero aún así este año no me perdí la alegría que me da ver una nevada; aunque hay que decir que era una situación excepcional que no se daba desde hacía décadas. A pesar de que en general se ve bonita y moderna, hay un barrio de la ciudad donde se concentran todos los vagabundos y drogadictos que es bastante chocante. Según me contaban, tienen esa parte de la ciudad reservada, por así decirlo, para preservar el civismo en el resto. Al parecer si se les ve por otro lado la policía se encarga de llevarlos a su área. Dentro de poco acogerán los juegos de invierno, y como hay que dar imagen, apuesto a que algo se inventarán para quitarse ese pequeño inconveniente. Es quizás la ciudad de mentalidad más abierta que haya conocido, tienen una calle gay y otra de lesbianas bien largas en pleno centro; pude ver a cientos de personas, si no miles, celebrando el día de la marihuana en la puerta de un museo fumando tanto que parecía literalmente que hubiera un incendio; y es tremendamente cosmopolita, en ese aspecto me recordó mucho a Sydney. Como muestra de su pluralidad, más de un 70 por ciento de la población no es autóctona y hasta un 40 por ciento son asiáticos, no en vano tienen un barrio chino inmenso.

La marcha nocturna no es su punto fuerte, es lo que tienen estas ciudades tan "desarrolladas", que se pasan de cívicas, se cierra a las dos, la gente es muy estirada, el ambiente muy pijo y quizás sea el frío, pero la gente no emana alegría y cachondeo. Por si fuera poco, si uno quiere salir de garitos un poco decentes tiene que soportar colas que no avanzan, pagar entorno a diez euros sin derecho a consumición y pasar el filtro de "eres lo bastante 'cool' como para entrar aquí". Es curioso que salir de noche en limusina es algo tan normal ahí como lo es para ellos estar en una discoteca sin bailar.

Un día me dio el punto de irme al casino, cualquiera diría que soy un ludópata después de haber pisado casinos a lo largo y ancho de este mundo. La diferencia es que esta vez hice más que una apuesta al rojo e irme, y después de horas tomando datos de la ruleta me decidí a jugar. Iba a retirarme ya con 65 dólares de beneficio y por hacerlo redondo hago una última apuesta de $5 al sagrado y bendito cuatro exclusivamente, que por supuesto tocó. Los que iban a ocupar mi puesto se quedaron alucinando "¿qué sólo has apostado a ese?", "sí exactamente a ese", y dando brincos me fui a cambiar mis $235 más feliz que Mc Gibber en una ferretería. Tuve motivo suficiente para divertirme esa noche y no quitarme la sonrisa de la boca. Al día siguiente, como me dieron pena los del casino les devolví (porque quise, ¡eh!) $234 de los $235, pero aún así salí contento de nuevo con el pensamiento de haber disfrutado unas siete horas de emociones intensas, de un café gratis y de que encima me hubieran dado un dólar.

Uno de los objetivos de mi viaje era cumplir mi deseo de esquiar en Canadá, aunque debido a las fechas no iba a ser como en mis sueños de tirarme desde el pico de una montaña deslizándome por una ladera de nieve virgen y profunda. Aún así estando allí no iba a perder la oportunidad de esquiar como fuera, y menos teniendo en cuenta el mono que llevaba encima y teniendo que evitar que fuera el primer invierno que no esquiara desde que soy capaz de andar; aunque irónicamente el resultado fue precisamente dejar de ser capaz de ello. Para ir hasta Whistler la mejor opción era por supuesto el autoestop, que además como comprobé no fui el único en tener la idea, porque donde me puse había otros dos chavales y otro hombre. Fue como echar una carrera y aunque aparecí el último, al final gané. Cuando llegué al hostal, el único sitio con precio pagable, comprobé que por varias razones estaba todo ocupado (yo y mi costumbre de no reservar). Así que deshice los 200km que había hecho y me volví a Vancouver. Mi preocupación por volver era proporcional a lo que me había costado llegar ahí. Aprovechando el viaje paré en una tienda de segunda mano a comprarme el equipo de esquí y salí con guantes, braga, pantalones, gorro, esquíes y bastones por un razonable precio total de $11.50, unos 7€; si es que yo sí que sé comprar, bueno, los esquíes y bastones fueron gratis. Unos días más tarde pude alojarme en el precioso hostal de la foto junto al lago helado para al día siguiente irme a esquiar. Es de todos sabido que el esquí es caro, pero aquí más, $54 por el pase, y gracias a que ya habían cerrado la mitad, que si no $82, $42 por las botas y los esquíes, porque los gratuitos me venían pequeños, y por si no fuera bastante, después otros $40 en unas muletas, y total para esquiar menos de tres horas. Canadá fue el último destino muy a propósito, porque ya contaba con lesionarme-despeñarme, pero yo apostaba más por una rodilla en vez del talón. Nada más empezar a esquiar vi la pista de saltos, pero ojito que ahí es muy pro, y me dije que me esperaría hasta el final para matarme por ahí. Pero no lo pude resistir y a la tercera o cuarta bajada ya me lancé. La primera sobreviví, pero a la segunda no sé que pasó y todavía no me lo explico, que al aterrizar sentí un dolor agudo y me tuve que salir a un lado de la pista para tirarme al suelo, quitarme las botas y retorcerme de dolor a gusto. Aunque pensaba que sería el golpe y en un rato podría seguir, al final tenía una mierda de fisura que me ha estado dando mal tres meses. Al final me bajaron en camilla, que estuvo chulo y era algo que curiosamente con tantos años de esquí no había probado, luego el del alquiler se fue a comprarme unas muletas y para casa; por supuesto que al matasanos ni verlo.

Lo de llevar las muletas fue toda una experiencia, era como volverse mujer, la gente me daba preferencia, me cedían el sitio, me invitaron al autobús, a beber... Curiosamente el autoestop no resultaba más sencillo, ¡malditos insensibles! No se estaba tan mal y lo de coger aviones ni te cuento, que te llevan en silla de ruedas, te cuelas de todos y hasta te montan en carritos de golf y furgonetas; hasta me estoy pensando fingir para la próxima vez que tenga que volar.

1 comentario:

  1. NO MANCHES QUE CHINGÓN ESTÁ TU BLOG!!!! quisiera al menos conocer 1/4 parte de los lugares que tu conoces!!

    saludos guadalajarenses

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